miércoles, 5 de junio de 2013

Motero de nacimiento

Foto tomada con iPhone 4

Noche cerrada, la ciudad descansa tras un día de ajetreo, nuestro protagonista duerme profundamente y apenas se escuchan los sonidos normales de una casa contrayéndose tras un día de calor. Chasquidos y crujidos separados en el tiempo. Sin previo aviso, un móvil suena en medio de este silencio y nuestro protagonista lo atrapa al segundo timbrazo. 

Los ecos de una voz metálica escapan del auricular y nuestro protagonista asiente, contesta apenas con una leve voz, todo acaba en un ‘‘voy’’. Se levanta y se viste rápidamente, camiseta térmica, pantalón de cuero, cazadora a juego y botas. El ruido de botones y  cremalleras que se cierran atropelladamente es sustituido por unos pasos rápidos y una mano toma al vuelo el casco y los guantes de la entrada de la casa llegando a la puerta de salida. 

El ascensor le hunde hacia la tercera planta del garaje mientras se ciñe el casco y los guantes aprovechando el transito del ascensor hacia las profundidades del edificio. Cuando la puerta se  abre, corre hacia una plaza determinada, allí está ella esperándole, y hasta parece sonreír al verlo llegar. Contacto, el motor arranca y comienza a desperezarse, ya ha pasado antes, sabe lo que él necesita y lo que le va a pedir.

Rodando por el aparcamiento alcanza la calle y justo al llegar, en ese momento y no antes su garganta se abre, atravesando el aire para llevarlo hacia su motor bramando como el viento de una galerna, las ruedas rechinan y se agarran a penas al asfalto mientras hombre y máquina se catapultan por unas calles vacías. los cruces y las avenidas están vacías, pero el bramido anuncia que llegan, que van a pasar y que no hay nadie más delante de ellos más que el aire comprimido de dentro del casco y el sonido de la montura debido a la velocidad. 

Alcanza la circunvalación, y una marcha más sube el marcador dejando que las revoluciones caigan para devolver a gritar atronando entre las paredes de hormigón, las luces  brillan y pasan fugaces sobre su figura. Hombre y moto unidos en una sintonía perfecta de cilindros y cuero, sangre y gasolina que se mezclan mientras los kilómetros son procesados por las gomas  que los unen a ambos al suelo. Los cambios de carril son rápidos, los intermitentes fugaces, si no fuera por el ruido los coches pensarían que han visto un fantasma. Aparece la carretera buscada y el bramido entre golpes y coderas mientras las marchas caen deteniendo este frenesí de gasolina devastada, montura brillante y un jinete oscuro que pasan con el zumbido más fuerte que el de un abejorro.

#EspejosEnLosCodos

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